La creación de Dios
Texto clave: Génesis 1-3.
INTRODUCCIÓN
- Los argumentos filosóficos no han podido responder satisfactoriamente las tres preguntas básicas de la humanidad: “¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde vamos?”
- Parece que la raza humana perdió su identidad. Las ideas del enemigo han confundido el razonamiento humano (leer Rom. 1:21, 22). Solamente en la medida en que el hombre conoce a su Creador, puede reconocerse a sí mismo; solamente en la medida en que conoce sus orígenes, puede conocer su futuro.
I. SEMANA DE LA CREACIÓN
- Dios creó el medio ambiente y al hombre, y reposó en el séptimo día.
- La tierra estaba desordenada y vacía (Gén. 1:9). Dios, el Originador del universo, todavía no había creado las condiciones apropiadas para la vida. En el capítulo 1 de Génesis, hay una frase que se repite cinco veces: “Y Dios consideró que esto era bueno” (NVI). Antes de finalizar el capítulo, se destaca: “Y consideró que era muy bueno” (vers. 31). Estas expresiones reflejan el sentimiento de Dios con respecto a su obra durante la semana de la creación.
- En el primer día creó la luz. Sin luz no puede existir la vida. Era esencial que hubiera luz cuando el Creador comenzara la obra de establecer orden del caos, para crear nueva vida (Gén. 1:3-5).
- En el segundo día creó la atmósfera terrestre. Nada puede vivir sin aire. Sin atmósfera, nuestro planeta estaría desierto como la luna (Gén. 1:6-8).
- En el tercer día descubrió la tierra de los mares y la sembró con vegetación. Separó las aguas de la tierra seca y ordenó que los vegetales cubrieran la tierra (Gén. 1:9-13).
- En el cuarto día descubrió las fuentes de luz. El sol, la luna y las estrellas servirían como instrumentos permanentes para la distribución de la luz en el planeta (Gén. 1:14-19).
- En el quinto día creó los animales acuáticos y las aves (Gén. 1:20-23).
- En el sexto día creó los animales terrestres (Gén. 1:24, 25) y al hombre, distinto a los demás seres vivientes, pues fue hecho a imagen de Dios, tanto en lo exterior como en lo interior (Gén. 1:26, 27).
- En el séptimo día, Dios descansó. La cesación de la obra creadora formó parte de la terminación de la obra de aquella semana. Ese día sería una bendición especial para el hombre; por eso, Dios lo santificó, lo separó para propósitos santos.
II. EL PLAN DE DIOS
- El hombre en relación con Dios. Dios dotó al hombre del libre albedrío, la autoconciencia y la naturaleza espiritual. Esta naturaleza reflejaba la santidad divina de su Creador. En el séptimo día, el hombre tendría la oportunidad de reflejar el amor y la bondad de su Creador, para parecerse más a él (Mar. 2:27, 28). Antes de la entrada del pecado, Dios se comunicaba directamente con el hombre, sin intermediarios ni interferencias (Gén. 1:28-30).
- El hombre en relación con sus semejantes. La soledad sería perjudicial para el bienestar del hombre. La compañera de Adán no formaba parte de los seres inferiores. El Altísimo instituyó la santidad del matrimonio (Gén. 2:20-25) y, a través de ella, se inició una infinidad de relaciones interpersonales que, en el plan divino, no suponían levantar ninguna barrera de separación entre los hombres (Luc. 10:25-37).
- El hombre en relación con el medio. El hombre fue constituido mayordomo de la Creación por mandato divino (Gén. 1:28). Debía mantener una relación armoniosa con el mundo animal (Gén. 2:18, 19) y cuidar del lugar edénico, que era una revelación del amor divino (Gén. 2:15).
III. LA ENTRADA DEL PECADO
Los ángeles tuvieron oportunidad de manifestar su amorosa lealtad a Dios. Ahora, les tocaba al hombre y a la mujer decidir de qué lado del conflicto estarían. Solamente tenían que permanecer leales al mandato divino (Gén. 2:16, 17); de lo contrario, las consecuencias de la transgresión serían inevitables. La astucia de Satanás pudo más que la voluntad humana, y nuestros primeros padres cedieron ante la tentación, permitiendo la entrada del pecado (Gén. 3:1-6).
- La primera consecuencia del pecado fue la pérdida de la estrecha relación con Dios (Gén. 3:8). El hombre tuvo miedo de la presencia divina a partir del momento en que se separó del Creador (Isa. 59:2).
- La segunda consecuencia fue la pérdida de la inmortalidad. “La paga del pecado es la muerte” (Gén. 3:19; Rom. 6:23). Perpetuar la vida sería extender la existencia del pecado (Gén. 3:22). La creencia popular de que existe vida después de la muerte estaría apoyando el argumento de la serpiente: “No morirás”.
- La tercera consecuencia fue perder la armonía con sus semejantes. Dentro de poco tiempo más, Caín mataría a Abel (Gén. 4:8).
- La cuarta consecuencia sería la pérdida del control sobre la naturaleza. El dolor, el sufrimiento, el arduo trabajo y la lucha por sobrevivir pasaron a formar parte de la experiencia humana (Gén. 3:17-19).
- La quinta consecuencia sería la muerte del Hijo de Dios para salvar al hombre del pecado y su poder (Gén. 3:15). El hombre había sido secuestrado por el enemigo, pero la segunda persona de la Deidad pagaría el rescate con su propia vida. La única manera en que el hombre podía quedar libre era que un sustituto perfecto e inocente recibiera el castigo por la transgresión (Isa. 53:6).
CONCLUSIÓN
- La vida, la muerte y la resurrección del Hijo de Dios nos permitirán recuperar la condición de seres humanos antes del pecado. Para recuperar nuestra relación con Dios, necesitamos confesar nuestras faltas a él y aceptarlo como a un amigo.
Toma hoy la decisión de ser fiel a Dios y adóralo en el día que él señaló para relacionarse mejor con su pueblo.
- Si estás ligado a él, vas a restaurar también tu relación con las otras personas por medio del perdón, y tendrás alegría, al disfrutar de la naturaleza que Dios hizo para ti, ahora y por la eternidad. ¡Amén!
Pr. Roberto Pinto, exdecano de la Facultad de Teología de la Universidad Adventista del Plata, Rep. Argentina.