Predicación narrativa

La predicación narrativa se enfoca en las historias de la Biblia y aplica las lecciones y los principios que se extraen de esas historias a la realidad actual de los oyentes. Esta sección contiene una guía para la predicación narrativa, junto con modelos de sermones narrativos.

“Déjame contarte una historia”

El poder transformador de la predicación y la enseñanza narrativa

Por Richard Duerksen

Las historias se conectan con la tenacidad del pegamento, que a veces se mantiene durante décadas mientras libera intermitentemente recuerdos que renuevan los valores personales.

La “primera” historia fue una que Dios le comentó a Adán mientras nombraban a los animales. Como todas las mejores historias, su propósito era revelar el carácter de Dios.

–¿Cómo llegó todo esto aquí? –preguntó Adán.

–Lo dije y existió –respondió Dios.

– ¿En serio? ¿Cómo lo hiciste? –preguntó Adán, mientras los dos se sentaban juntos cerca de una manada de jirafas a las que recién se les había dado nombre.

–Bueno –respondió Dios–: “En el principio…”

Y ya sabes el resto de la historia.

La narración de historias comienza con la recopilación de historias, y luego, con que le guste a la gente lo suficiente como para escuchar; escuchar sus corazones, sus esperanzas, sus dolores, sus necesidades, su ira, sus lágrimas de dolor y también las de alegría. A menos que usted escuche, sus historias convertidas en sermones no encajarán y no ayudarán a que su pueblo esté completo. Por otro lado, si usted escucha, sabrá reconocer el momento en que los corazones rotos necesiten ser abrazados, y el momento en que los pensamientos de enojo necesiten ser calmados.

Mientras escuche, surgirán historias que llenarán su corazón, narraciones que reflejan la vida que sus miembros de la iglesia están viviendo, cuentos que piden ser contados de manera que unan a la familia congregacional hacia Dios; historias que lleven a la gente a creer que las Escrituras hablan hoy tal como lo hicieron “en aquellos días”.

A medida que usted escuche, sus sermones tendrán el poder de transformar las vidas, serán una experiencia semanal compartida que responde a las preguntas con las que han estado luchando en la mesa del desayuno, en la sala de juntas, en la oficina y en las sillas del salón de belleza. La gente habla. Se cuentan sus vidas unos a otros, usualmente historias que dejan a Dios fuera. Su ministerio y sus sermones pueden cambiar eso. Pueden hacer que Dios sea tan real y agradable de modo que se convierta en el tema central de sus historias. Como bien han dicho los narradores de historias de negocios, Ryan Mathews y Watts Welker, “Mucho antes de que se estableciera el primer negocio formal, antes del primer trato, las cuatro palabras más poderosas eran: Déjame contarte una historia”.[1]

La predicación narrativa no ignora a Dios, a la verdad, a las doctrinas o a la exposición bíblica. En realidad, la predicación narrativa se fundamenta sobre todo eso, entretejiéndolos con historias que hacen que las cosas de Dios tengan sentido en el mundo en el que vivimos. Las historias ilustran los preceptos de la verdad, revistiéndolas con piel y dándoles el aliento de vida. Por lo tanto, es importante que usted continuamente le pida a su Señor que le revele qué tipo de historias quiere él que se cuenten. Sin una relación personal entre Dios y el predicador, las palabras del sermón sonarán como troncos secos que ruedan sobre el polvo de las almas secas.

La “homilética” u “homilía” trata sobre la conversación y el encanto de las relaciones.[2]

Yo solía preguntar: “¿Qué voy a predicar, y cómo lo voy a predicar?”. Entonces, un profesor me dijo que estaba predicando solo para mí, no para la gente. Hoy en día me pregunto: “¿Cómo escucha esta audiencia y qué les gustaría oír?» La verdad bíblica es inmutable, pero la manera en que cada generación escucha y se apropia de la verdad es bastante diferente. Preguntar cómo escucha mi congregación me obligó a fijarme en cómo viven. Ellos miran sus teléfonos, videos y películas en múltiples plataformas. Toman miles de fotos y dejan la televisión encendida durante las comidas. A menudo, cuatro o cinco dispositivos se están reproduciendo al mismo tiempo, y todos ellos se fundamentan más en ilustraciones e historias que en hechos.

Mi amigo, el pastor Morris Venden, me dijo una vez que el éxito de un sermón está en las ilustraciones que uno deja en la mente de los oyentes. “Olvidarán tus palabras, pero recordarán las historias”.

En “los viejos tiempos”, siempre que se trataba de un sermón, la gente parecía satisfecha con solo tres puntos y un poema. Escuchar ya no funciona así. ¿Qué tal si, pensé para mí mismo, escogiera predicar de manera que coincidiera con la forma en que la gente escucha? Después de intentarlo durante cuatro décadas de predicación, me he decidido por cinco razones por las que la predicación narrativa es una muy buena idea.  

Cinco razones por las que la predicación narrativa es una buena idea
  1. De lo complejo a lo simple. La narrativa toma información masivamente compleja y la hace simple, comprensible y procesable. Si mi familia de la iglesia está luchando con cómo responder a la violencia, desconfianza, y explotación en la comunidad, voy a 2 Reyes 5 y a la historia de Abigail, la niña israelita que eligió defender a Dios en la casa de Naamán. Ella se mantuvo firme como hija de Dios, y antes de que la historia termine, su elección cierra una brecha entre las naciones. Una historia sencilla como allana el camino para una conversación sobre cómo ser hijos de Dios en nuestra propia comunidad.
  2. De la información a los cambios de vida. La predicación narrativa se desliza en los corazones y las mentes, dando a Dios un mejor acceso al alma. “No me conoces”, me han dicho cientos de personas, “pero cuando era adolescente, hablaste en mi escuela y contaste una historia sobre Elías huyendo de Jezabel. Esa historia cambió mi vida y me dio una nueva forma de ver a Dios. Pienso en ello cada vez que estoy en una situación difícil”.

Podría haber predicado un sermón de tres puntos en relación con por qué es tonto huir de los problemas. Podría haber compartido doce textos que prueben que Dios nunca nos deja, incluso cuando nosotros lo dejamos a él. Podría haber hecho muchas cosas basadas en hechos. Pero en lugar de ello, elegí contar la historia de un Dios amoroso que corrió con un profeta insensato hasta el cielo. Como dijo Calvin Miller: “La mayoría de las personas escuchan historias mejor de lo que escuchan megabytes de verdad enmarcados por la lógica”.[3]

  1. De edad específica a edad neutral. La próxima vez que prediques, observa si los niños están escuchando. He descubierto una verdad fascinante sobre la predicación. Cuando cuento historias, todo el mundo escucha. La edad no es un problema, excepto para las personas muy ancianas, que sinceramente necesitan una siesta cada mañana. Una buena historia, bien contada, captura las mentes y los corazones sin importar la edad. Si creo que una historia es buena, yo debo leerla o escucharla primero antes de incluirla en alguna predicación. De ese modo, cuando se la cuente a mi congregación, esa historia debería ayudarlos a entender los desafíos que enfrentan los profesionales de la salud. Será significativa para los adolescentes que se enamoran, será útil para las madres que amamantan a sus bebés, y puede incluso llegar a ser útil para los operadores audiovisuales que tratan de no escuchar mientras trabajan.

Pero recuerde: la predicación narrativa no es solo “contar una historia”. Es conectar a la gente con Dios. En 1956, el predicador Harry Emmerson Fosdick destacó muy bien este punto: “Un buen sermón es una operación de ingeniería por la cual un abismo se salva para que los bienes espirituales de un lado […] sean realmente transportados a la vida personal del otro lado […] No tiene por qué dejar de marcar una diferencia transformadora en algunas vidas”.[4]

  1. Del púlpito a la cabeza y al corazón. Cualquier presentación diseñada para efectuar un cambio de vida requiere el acceso tanto a la mente como al corazón. No se puede ganar una sin la otra. El predicador Pablo entendió esto bien, y después de describir a Jesús como el Creador, Salvador y Rey venidero en los dos primeros capítulos de Colosenses, juntó estas ideas y las puso como una sola en el capítulo tres: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col. 3:1-3).

Una historia bien contada convence a la mente de la verdad, mientras también enamora al corazón con esperanza. He aquí otra forma de explicar lo que sucede con la predicación narrativa. Para las personas que usan más el lado derecho de su cerebro, las emociones de una historia interesante permitirán que la “verdad” se deslice y capture tanto la mente como el corazón. Mientras que las que usan más el lado izquierdo, se concentrarán en la “verdad” y de repente descubrirán que su corazón sí estaba allí. Se necesitan ambas partes para efectuar un cambio en la vida. No se puede ganar una sin la otra.

  1. De hablar a, a conversar con. Una historia bien contada resulta en una atención interactiva, y cuando todos estemos envueltos en la historia, el resultado es la comprensión y el impacto. Las narraciones exigen una respuesta. Las buenas historias me hacen sentir incluso que soy parte de la trama, involucrándome emocionalmente en la tensión, la ruptura, los desafíos, las oportunidades y (finalmente) la conclusión. Un sermón narrativo hace que los oyentes hagan preguntas, busquen más información, anticipen el final y se conviertan en parte de la historia mientras uno la cuenta.

Lo que hace la mejor narración es establecer una conexión triple entre la audiencia, el narrador y los personajes de la historia. Una historia bien compartida crea algo nuevo a partir de una experiencia genuina. Esta es una de las formas más poderosas de relacionamiento.

Una de mis historias favoritas es la de una pareja de jóvenes que estaban probando a Dios en el tema del diezmo. Incluso viviendo un estilo de vida que incluía motocicletas y drogas, le dieron a Dios el diez por ciento de su cheque del seguro por tres semanas, pero Dios no les dio ninguna de las bendiciones registradas en Malaquías 3. Entonces eligieron dar el diezmo de su negocio personal. No era mucho, pero esa semana las ventas se duplicaron, y la semana siguiente se volvió a duplicar.

¿Estás conmigo? ¿No es divertido ver cómo la historia te absorbe? Estás pensando en cómo deberías estar diezmando, pero ahora mismo, te estás preguntando cómo esa pareja está lidiando con los aumentos.

Después de unas diez semanas de duplicar continuamente los ingresos del negocio, la pareja pidió hablar con el pastor.

– Pastor – dijeron–, probablemente ha notado el gran diezmo que hemos estado dando.

– Así es, respondió.

– Hemos estado probando a Dios para ver si su sermón sobre el diezmo era verdadero, y hemos aprendido que cuando le das a Dios el diez por ciento de todo, él realmente cumple. Ahora tenemos uno de los negocios de marihuana más grandes del condado.

Es una gran historia, y cuando llego al tema de la “marihuana”, todos estaban totalmente concentrados. Entonces comenzamos una conversación completamente interactiva sobre el diezmo y por qué Dios podría bendecir incluso un negocio de marihuana. No, Dios no alienta o ayuda al uso de drogas, pero es asombrosamente hábil para alcanzar a las persona en el lugar donde estén.

¿Qué historias debería contar?

Hemos hablado de por qué los sermones narrativos son una buena idea. Veamos qué tipo de historias podemos usar. Aunque estas proporcionan un conjunto útil de categorías, por favor, recuerde que cada gran sermón es como una especie de galería en la que cuelga un solo retrato: el de Jesucristo.

Uno de mis autores favoritos, Ken Gire, provee una perspectiva general de la relación entre Dios y sus seguidores, una perspectiva que los pastores harían bien en recordar cada vez que escriban un sermón o estén en el púlpito para predicar uno. “La vida cristiana se trata de que nosotros sigamos la voluntad de Cristo, y no de que él siga la nuestra. Él no nos pide que escribamos las notas musicales o que coreografiemos los pasos de la danza. Simplemente, nos pide que tomemos su mano y lo sigamos”.[5]

Jesús, el más grande narrador de todos los tiempos: Él tenía un enfoque único para comunicarse por medio de la narración. Contaba historias (parábolas) para que la gente no entendiera el mensaje que estaba transmitiendo (véase Luc. 8:10). Luego, alrededor de las fogatas del campamento en la noche, explicaba las historias a sus seguidores más cercanos para que ellos pudieran explicarlas a la gente –y a nosotros–. Sabía que si salía y hablaba claramente los hechos del mensaje que deseaba transmitir, su ministerio terminaría mucho antes de lo planeado. Para que el mensaje se asimilara lentamente y se quedara en la mente de sus oyentes, Jesús usó historias, parábolas y narraciones que decían la verdad de manera más efectiva que si solo hubiera dicho tres puntos y así correr el riesgo de ser apedreado.

Jesús no contó solo parábolas: Él contó historias de la Torá, se refirió a las noticias de la prensa contemporánea, habló de cómo un granjero cercano estaba plantando su campo, e ilustró la generosidad de la fe con una diminuta semilla de mostaza. El gurú del liderazgo, Stephen Denning, ofrece un práctico menú de varios tipos de historias que los líderes pueden utilizar, las cuales he adaptado en siete puntos que deberían estar en su recetario de sermones.

Siete estilos de historias para una predicación efectiva
  1. Historias para cambiar la vida. Las historias que impulsan un cambio de vida generalmente provienen de un evento reciente y relevante, e incluyen un héroe con el que los oyentes se pueden identificar. Tienen un final genuino y feliz con un cambio que incluye el éxito. Una narración de cambio de vida proporciona un modelo que puede ser seguido (véase, por ejemplo, la historia “The Red Fire Truck” [El camión rojo de bomberos] en org/stories).
  2. Historias para contar quiénes somos. Un testimonio personal encaja bien aquí. Estas historias proporcionan imágenes sinceras y de la vida real con humor y dolor. También incluyen aprendizaje personal y cambio de comportamiento (Véase, por ejemplo, la historia “The Spanish Prayer” [La plegaria española] en org/stories).
  3. Historias para hablar de la iglesia. Estas incluyen historias maravillosas de pioneros y misioneros de la iglesia primitiva e historias de cómo su congregación ha crecido. Conocer nuestra historia nos ayuda a movernos con Dios hacia un futuro mejor (Véase, por ejemplo, la historia “Pastor Anderson’s Oranges” [Las naranjas del pastor Anderson] en org/stories).
  4. Historias para transmitir valores. Las historias que transmiten valores ayudan a todos a entender cómo viven los cristianos. Enseñan por qué nos preocupamos por los pobres, por la igualdad racial y por el apoyo a los niños. Este tipo de historias demuestra cómo nuestro compromiso con la honestidad, la bondad, la compasión, la humildad y el amor se manifiesta en la forma en que tratamos a las personas todos los días. Muchas historias bien conocidas y basadas en valores, como la del buen samaritano, provienen de las Escrituras. Pero la vida cotidiana en su comunidad es también una rica fuente de ilustraciones comunes (Véase, por ejemplo, la historia “When Chiquita Cleans a Patient’s Room” [Cuando Chiquita limpia la habitación de un paciente] en org/stories).
  5. Historias para que trabajemos juntos. Vivir como una familia de la iglesia en medio de un ambiente secularizado es una batalla constante entre el “bien” y el “mal”. Desafortunadamente, la batalla a menudo trae discordia entre la iglesia y el mundo, y entre los miembros de la familia que prefieren oraciones largas y los que prefieren oraciones cortas. O comidas rápidas o no. O alfombra verde en lugar de la alfombra raída de color naranja que alguien instaló en 1962. Siempre hay causas de división.

Las historias cuidadosamente escogidas pueden cambiar la narración y ayudar a traer unidad, especialmente si la historia incluye suficiente humor para ayudarnos a ver cuán descabellado se ha vuelto esta batalla. Elija historias que muestren el valor de la colaboración. Pero de manera especial, elija historias que den inicio a un tiempo de narración familiar, un tiempo abierto en el que la narración de historias comience a fluir libremente y la risa ablande los corazones (Véase, por ejemplo, la historia “Timmy and the Cement Truck” [Timmy y el camión de cemento] en ministrymagazine.org/stories).

  1. Historias para compartir la verdad. “Dios te ama incluso cuando eres malo”. Esta es una declaración verdadera y creíble. Sin embargo, se convierte en una verdad viviente cuando se vuelve a contar la historia del hijo pródigo o cuando se comparte la historia del rey David y el bebé de Betsabé. Estas historias le ponen piel a las doctrinas.

Hay un momento crucial acerca de la eternidad en el capítulo 3 del Evangelio de Juan. Es de noche, y Jesús está atrapado en una intensa conversación con un inquisidor del Sanedrín. La conversación se ha desviado hacia una discusión sobre el agua, el bautismo, el nuevo nacimiento y el Espíritu. Nicodemo, el inquisidor que ha venido a “comprobar” a este nuevo Mesías, detiene al Maestro a mitad de la frase para hacerle una pregunta que ni siquiera está en su hoja de entrevistas.

–¿Por qué estás aquí?

–Nick –responde Jesús–, sonriendo y poniendo su mano en el hombro del fariseo.

 Un día mi Padre y yo estábamos mirando la Tierra y nos dimos cuenta de ti, aquí mismo, en Jerusalén. Papá te señaló y dijo: ‘Realmente amo a ese hombre’. Entonces se volvió hacia mí y me preguntó: ‘Hijo, ¿estarías dispuesto a bajar a la Tierra, encontrar a Nicodemo y mostrarle cuánto lo amamos para que se enamore de nosotros? Sería tan bueno tenerlo aquí viviendo con nosotros en vez de perderlo allá en la Tierra’.

Hubo un momento de silencio. Nicodemo, quebrantado por lo que había oído, con una voz débil le preguntó a Jesús: “¿Por mí?”.

– Sí, Nick. Por ti, y para todo aquel que quiera venir –respondió Jesús–.

  1. Historias para guiar a la gente hacia el futuro. Mi abuelo tuvo un sueño en 1967. La abuela había muerto recientemente, y mi abuelo quería morir desesperadamente también. “Estar solo es un mal negocio”, –susurró mi abuelo–. En su sueño, el abuelo estaba parado a la orilla de un río ancho y de corriente rápida. El agua estaba fangosa, y peligrosamente se convertía en un remolino donde había un fondo irregular. Al otro lado, podía ver campos de maíz alto, cada uno de ellos con múltiples mazorcas. Los pájaros cantaban. Los caballos relinchaban felices. Las familias se reían y jugaban en la espesa y verde hierba. Todo tenía aspecto celestial.

Un ángel se acercó al abuelo, vio las lágrimas de deseo en sus mejillas y le preguntó si le gustaría ir al otro lado.

–Sí, por favor. ¡Ahora mismo!

–El agua es profunda y peligrosa –advirtió el ángel–. Toma, ase esta soga, y todo estará bien en tu travesía.

El abuelo aferró la soga y se metió en el agua. El río era rudo y profundo, mucho más profundo y rápido de lo que él había pensado. Se agarró con fuerza y, a veces, sintió que la soga le estaba tirando. Después de lo que pareció una travesía de toda una vida, sus pies tocaron el duro suelo cerca de la orilla más lejana.

Saltó a la orilla, todavía sujetándose fuertemente a la soga que había sido su salvación. Cuando miró hacia abajo, vio que la soga solo tenía un metro de largo. Lo suficientemente larga como para llegar con su mano al agua. Lo suficiente para que la fe hiciera su trabajo.

Muchos en la familia de la iglesia se sienten solos, desanimados, enojados y hambrientos por algo mejor. Sus historias pueden ayudarles a ver las soluciones de Dios como ese “algo mejor”. Sus historias, modernas y de la Escritura, pueden inundar sus vidas con la luz de la esperanza.

¿Puedo aprender a contar grandes historias?

¿Puedes aprender a contar grandes historias? Sí, pero con algunos consejos. Al enseñar a la gente a escribir historias, el autor y editor Arthur Gordon señaló lo siguiente: “A menos que el oyente tenga un sentido incorporado de lo dramático, un oído natural para las palabras, una habilidad para pensar con bastante claridad, la persistencia de un tábano y la tenacidad de un cocodrilo, es probable que esté perdiendo el tiempo”.[6] Aunque no estoy de acuerdo con esta conclusión, debo admitir que tiene varios puntos buenos, especialmente el del cocodrilo.

Aquí presentamos otro consejo del mismo autor: “No hay una fórmula infalible para la escritura de cuentos […] Si alguna vez te sientes impulsado a probar este descabellado negocio, hay algunas cosas que debes recordar. En la mayoría de los casos, una historia necesita un personaje central atractivo para que el lector se concentre y se identifique con él. Este personaje debe llegar a la historia en el Punto A con algún tipo de «contra», un miedo, una amenaza, un peligro, una relación rota, y dejarlo en el Punto Z con un «pro», un problema resuelto, un peligro evitado, un objetivo ganado, una relación curada. Entre el Punto A y el Punto Z debe haber una creciente complicación, un creciente suspenso y, finalmente, un lógico y creíble Punto de resolución donde las cosas se enderecen. Si las cosas no se enderezan, el lector se sentirá insatisfecho, incluso engañado”.[7]

Aquí hay algunos consejos:

  1. Use palabras sencillas. Las palabras sencillas son las mejores, especialmente para los narradores principiantes. El lenguaje florido, los múltiples adjetivos y las descripciones polvorientas son más un estorbo que una ayuda. Haga como si estuviera hablando con un niño de doce años. Eso recortará todas las palabras de más de tres sílabas (sal-va-ción, todavía cabe) y lo obligará a utilizar descripciones sencillas. Sorprendentemente, cuando usted se enfoque en los niños de doce años, todo el mundo lo estará escuchando.
  2. Lea vorazmente. Lea para ver cómo los demás cuentan historias. Lea para encontrar palabras que nunca ha usado. Lea historias de buenos samaritanos, historias políticas, biografías de grandes personas. Lea lo que su gente está leyendo para que sus historias le ayuden a llenar los rompecabezas.
  3. Vea imágenes en movimiento. Inscríbete en un servicio cristiano de recursos audio-visuales como com. Estas personas son expertos narradores de historias. Vea las noticias más destacadas, los especiales de National Geographic sobre Dios, y los videos que sus miembros de la iglesia le pregunten si han visto esos especiales. Aunque el diablo está usando el video para capturar las mentes y emociones de todos nosotros, Dios también es un productor bastante asombroso.
  4. Escoja frases descriptivas. Comience, con cuidado, a usar algunas de las frases efusivas que haya descubierto en su lectura y en su investigación. Estas frases, cadenas de perlas que los narradores usan para iluminar las imágenes, aclararán las emociones, traerán a los oyentes más adentro de su historia, y proveerán esos momentos que fijarán la historia cerca de cada corazón, como por ejemplo:
  • “Su rostro reflejaba mil sonrisas recordadas”.
  • “Su canto puso a los ruiseñores de rodillas”.
  1. Conectar con lo conocido. Su historia reunirá a la mayoría de los creyentes si conecta a los oyentes con una historia aún más grande que ya conocen.
¿Dónde encuentro buenas historias?

La mayoría de las narraciones bíblicas te proporcionan lo básico: un personaje creíble, un «contra», mucha complejidad, un «pro» y una conclusión. Piensa en Jonás y su temor de hacer la voluntad de Dios. O en la viuda de Sarepta, a quien Dios “preparó” para cuidar de Elías. O uno de mis favoritos, el paralítico del estanque de Betesda, a quien Jesús sanó el sábado y luego envió a llevar su cama ante los fariseos que cumplían la ley. Contar historias de la Biblia es casi demasiado fácil.

Luego están las historias que usted “atrapa” cada semana. ¡Recuerde que los sermones narrativos requieren de una buena y constante atención! Escuche mientras vive:

  • Lea el periódico de la mañana, en papel o en línea.
  • Comparta un estudio bíblico y un desayuno con tres buenos amigos cada jueves.
  • Lea revistas cristianas, como Adventist World, otro tipo de publicaciones, como National Geographic, y las múltiples cartas de “súplicas” que en algún momento habrá recibido de organizaciones caritativas que necesitan dinero. Todos ellos son tesoros de historias.
  • Encienda las noticias en la radio de su automóvil.
  • Visite a los trabajadores de servicio comunitario en la despensa de alimentos.

¿Entiendes la idea? Las mejores historias tienden a saltar y agarrarte mientras estás haciendo la obra de Dios. Además, tenga en cuenta lo siguiente:

  • Su familia puede ser una fuente de historias de sermones –pero solo con mucho cuidado.
  • La información de su consejería también está fuera de los límites, incluso si la disfraza bien.
  • Sus historias nunca deben ser contadas para que usted se vea bien. Solo Dios puede ser el Héroe.
  • Siempre dé crédito a la fuente de su historia.
¿Cómo sabré si mi predicación narrativa está funcionando?

Una vieja canción lo dice bien: “Sabrán que somos cristianos por nuestro amor”. Si primero usted invierte tiempo escuchando la voz de Dios y luego demuestra cuánto le gusta escuchar a su familia de la iglesia, Dios le guiará para hablar de historias que toquen sus necesidades y les den esperanza. Esa esperanza se manifestará en forma de gozo, una profunda energía que infundirá a la iglesia con firmeza, preguntas y regocijo.

La predicación significativa se construye sobre un fundamento de oración y el poder del Espíritu Santo. Estos dos, mezclados con partes iguales de determinación y humildad, proveen una voz segura para que el amor divino gane incluso al corazón más duro. Usted será conocido como uno de los trovadores de Dios, un narrador de cuentos del pueblo, la voz en las sombras durante la fogata de un campamento. Esa es una buena manera de ser recordado: como un narrador de cuentos, un buen narrador de historias.

 

Referencias:

[1] Ryan Mathews y Watts Wacker, What’s Your Story? Storytelling to Move Markets, Audiences, People, and Brands (Upper Saddle River, NJ: FT Press, 2007), 1.

[2] Calvin Miller, The Sermon Maker: Tales of a Transformed Preacher (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2002), 14.

[3] Miller, Sermon Maker, 8.

[4] Ibíd., 44.

[5] Ken Gire, The Divine Embrace (Wheaton, IL: Tyndale House, 2003), p. 89.

[6] Arthur Gordon, Through Many Windows (Grand Rapids, MI: Fleming H. Revell, 1983), 137, 138.

[7] Gordon, Through Many Windows, 138.

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