Por qué y cómo hacer llamados evangelísticos

El llamado evangelístico no es una idea humana. La Biblia entera, desde el Génesis hasta el Apocalipsis es un libro de llamado. En los últimos versículos de las Sagrada Escrituras encontramos la descripción de una iglesia cuya misión es llamar a los pecadores al arrepentimiento: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.” (Apocalipsis 22:17)

El Apóstol Pablo no solo llamaba, sino rogaba que las personas se entregasen a Jesús. Él afirma que “somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Corintios 5:19-20)

Pablo solo seguía el ejemplo del primer evangelista de la Biblia. (2 Pedro 2:5) La Sierva de Dios dice, refiriéndose a Noé: “El arca se terminó en todos sus aspectos como Dios lo había mandado, y fue provista de alimentos para los hombres y las bestias. Y entonces el siervo de Dios dirigió su última y solemne súplica a la gente. Con anhelo indecible, les rogó que buscasen refugio mientras era posible encontrarlo. ” (White, Elena. Dios nos Cuida. Pág. 194)

Observa cuantas veces se repite el verbo “rogar”. Esto denota la insistencia del predicador. La predicación no es la simple exposición de un asunto sino la persuasión de los oyentes a comprometerse con Cristo y el mensaje.

SE HACE EL LLAMADO PARA ALCANZAR AL SER HUMANO COMPLETO

Si desde el punto de vista divino el propósito de la predicación es la persuasión, necesitas alcanzar al ser humano en su unidad completa.  Todos poseemos facultades físicas, mentales y espirituales, y en la hora del llamado, la persona debe ser alcanzada en esas tres áreas.

Las cosas relevantes que el ser humano hace, las hace con su cuerpo, su mente y su corazón. Por eso Jesús dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. (Mateo 22:37) Y Pablo afirmó: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. (1 Tesalonicenses 5:23)

Cuando el predicador llama a las personas las está comprometiendo con Cristo y el mensaje. El llamado es la manifestación física de que el oyente a entendido el mensaje con su mente y lo ha aceptado con su corazón. La Sierva de Dios sabía, que esa era la forma correcta de predicar, y por eso cuando predicaba, no dejaba de hacer un llamado a los oyentes. En cierta ocasión escribió “Asistí a la reunión en la Iglesia de Battle Creek. Aproximadamente durante una hora hablé con libertad a los hermanos acerca de que la caída de Adán trajo desgracia y muerte… Sentí que debía instar a la gente en cuanto a la necesidad de una entera consagración a Dios: la santificación del ser entero, alma, cuerpo y espíritu… Hubo profundidad de sentimiento en la congregación… En la reunión esa noche, llamé al frente a los que tenían un deseo de ser cristianos. Se adelantaron trece. Todos dieron testimonio para el Señor. Fue una buena obra.” (White, Elena. Diario, Enero 12, 1868).

PASOS PARA HACER LLAMADOS EVANGELÍSTICOS

En primer lugar, recuerda que la tarea de llamar a los pecadores al arrepentimiento es del Espíritu. Por lo tanto, prepárate espiritualmente para ser un instrumento útil en las manos del Espíritu. Ora mucho, conságrate a Dios, no olvides que tú eres apenas una herramienta que Dios usa cuando desea, y cuando quiere, descarta. Sin embargo, hay algunos pasos que son necesarios conocer para alcanzar a los oyentes con más eficacia.

  1. El llamado empieza en la hora de la alabanza congregacional.- Escoge himnos con letras que inspiren a las personas a responder al llamado. Ellas ni siquiera saben que se les hará un llamado y sin embargo ya estarán cantado y diciendo que aman a Jesús y desean seguirle.
  2. Continúa con la oración inicial.- Las personas desean que otros oren por ellas. Antes de leer el texto y comenzar la predicación, pida que las personas que desean presentar sus pedidos de oración vengan al frente. Así ellas ya se estarán familiarizando para responder al llamado después del mensaje.
  3. No temas decir que vas a hacer un llamado.- El llamado no tiene que ser una sorpresa para el oyente. Así que no temas repetir algunas veces durante la predicación, que al final llamarás a las personas que acepten la invitación de seguir a Jesús.
  4. Cuando llegue el momento del llamado explica con claridad y sencillez, lo que deseas.- Nada de subterfugios, ni artimañas, ni falsas promesas. El llamado debe ser honesto si deseas que Dios actúe. ¿Estás llamando a las personas para que se entreguen a Jesús? ¿Para que estudien la Biblia? ¿Para que se bauticen? ¿O simplemente para orar por ellas? El llamado tiene que estar claro en tu mente para que las personas logren entender y responder.
  5. En la hora del llamado usa un himno cuyas letras combinen con el mensaje presentado.- La música es el idioma del cielo y tiene un poder extraordinario. El espíritu Santo usa el mensaje hablado pero hay rincones del Corazón humano a donde solo llega el mensaje cantado. “El canto es uno de los medios más eficaces de impresionar el corazón con la verdad espiritual. A menudo, por las palabras del cántico sagrado, fueron abiertas las fuentes del arrepentimiento y de la fe.” (White Elena, Evangelismo. Pag, 365)
  6. Después que has hecho bien tu parte, deja los resultados con Dios.– Nosotros presentamos el mensaje de la manera más clara posible y después invitamos a las personas para que acepten a Jesús, pero no tenemos la capacidad de transformar vidas. Esa es la obra del Espíritu Santo. Deja esa obra con Él. No temas. No dudes. La Sierva de Dios también a veces dudó de hacer llamados pero observa lo que ella escribió al respecto. “Mi corazón se llenó de gratitud a Dios por la decisión de estas dos mujeres. Entonces comprendí por qué había sido impresionada a hacer esa invitación. Al principio dudé en hacerla debido a que solamente mi hijo y yo estábamos allí para ayudar a los que pasaran. Pero sentí como si una voz me hubiera hablado, y el pensamiento llegó a mi mente: “¿No puedes confiar en el Señor?” Entonces respondí: “Lo haré, Señor”. (White, Elena. Hijas e Hijos de Dios. Pág. 243)